Lamborghinis ¿en Vallecas?

¿Esto lo avisan cuando te compras un Lamborghini? Pagas por un coche lo que vale un pisazo (bueno, ahora dos pisazos), pero hasta los lambos tienen ruiditos, esos que sólo escucha el dueño del coche. Ya me veo al típico exdirectivo de Bankia llamando para preguntar por el Servicio Oficial y la teleoperadora, con acento tipo Chabeli Iglesias, “tiene que llevarlo a nuessstro ssservicio oficial, en Vallecas”. A más de uno el smart-phone se le ha quedado atontao-phone sólo con escuchar Vallecas.

Preparan su trayecto como un explorador su incursión en la Amazonia virgen. ¿Vendrá en el GPS? Si es Gichos Por Soleares, tiene que venir. ¿Qué hago con el Rolex? No me lo voy a quitar, que piensan que soy un acojonao y estoy perdido, pero es que soy un acojonao… mejor me pongo un chandal y digo que vengo del gimnasio, o que soy un jugador del Real Madrid.

Pero es que la cosa no para ahí. El taller no sólo está Vallecas. Está en un Polígono de Vallecas. Eso son palabras mayores. Te enfrentas al Sancta Sanctórum de los polígonos, a la abeja reina, la Eva Primigenia, la madre del cordero. Da igual que vayas con un Lamborghini al concesionario oficial o con un carromato tirado por mulas.

Sin que te des cuenta, habrán aparecido unos dados colgando del espejo retrovisor, recordándote que una vez fuiste alguien importante pero que ahora has pisado terreno poligonero. Podrás envolverte en Hermés como un capullo en su seda, porque también te espera tu metamorfosis. Empezarás a pensar que tienen su gracia los oros y los chándales blancos. Desterrarás para siempre cosas que antes querías, tu familia, la pala de pescado, las mangas… Le tenías que haber hecho caso a Lapo Elkann y haberte comprado un Ferrari.